La parroquia realiza una función en cierto modo integral de Iglesia, ya que acompaña a las personas y familias a lo largo de su existencia, en la educación y en el crecimiento de su fe. Es centro de coordinación y de animación de comunidades, de grupos y movimientos. Aquí se abre más el horizonte de comunión y participación. La celebración de la Eucaristía y demás sacramentos hace presente, de modo más claro, la globalidad de la Iglesia.
Su vínculo con la comunidad diocesana está asegurado por la unión con el Obispo, que confía a su representante (normalmente el párraco), las comunidades en familia de Dios, comenzando por hacerse presente en ellas como fermento mediante un núcleo, aunque sea pequeño, que constituya una unidad de fe, de esperanza y de caridad.